Relato hecho por don Chato (69 años) y que aparece en el libro Casos de brujos en Chiloé (por Umiliana Cardenas Saldivia).
Nací en Chaulinec, una de las tantas islas del archipiélago de Chiloé, pero cuando ya era un joven, mis padres se trasladaron a la isla de Chuit.
Unos de mis vecinos en Chuit tenían una hija muy enferma, y pensaban que era un mal provocado por brujos.
Yo tenía fama de buen bogador, por lo que me pidieron que los acompañara a Achao, y de ahí a Tenaún, en chalupa a remos. Ibamos cuatro personas.
Al llegar a Tenaún de repente apareció una bandada de lechuzas, que invadieron la pequeña embarcación.
Luego desde Tenaún fuimos a Quicaví a ver a la Mayoría.
Cuando Llegamos a la Casa Grande, ésta estaba toda iluminada. Nos introdujimos en ella, y en la puerta había una persona que cobraba $ 5 por la entrada. En el interior, en torno a una mesa se encontraban un Juez y una Secretaria.
Doña Isidora Leviñanco presentó la denuncia, y el resto de nosotros servimos de testigos, para la cual debimos dar nuestros nombres, apellidos y domicilio.
A doña Isidora le cobraron $ 200 para mejorar a su hija. Doña Isidora pidió además, que sea dañada la persona que había provocado el mal.
El Juez cortó una especie de estampilla de papel, y se la pasó a la Secretaria, quien provista de aguja e hilo dorado, realizó varias puntadas en estampilla, como dibujando algo...
Acto seguido, abrió una ventana, por la cual apareció una paloma, quien recibió en su pico la estampillita, y desapareció volando velozmente en la oscuridad de la noche.
Al cabo de una hora, el Juez y la Secretaria colocaron en un lavatorio con agua, 5 bolitas de vidrio y un espejo. De pronto en el espejo apareció el rostro del culpable, era Evaristo de Chuit.
Al cabo de un año don Evaristo falleció, y la hija de doña Isidora se mejoró.
Pero no solo en Quicaví hay cueva. En Peuque también hay, y yo estuve en ella por equivocación.
Una noche salí de casa de las hermanas Saldivia, y en vez de tomar el camino que conduce a mi casa por el cerro, bajé a la playa de Peuque con la intención de visitar a mi cuñado Checho. Desde la playa vi luces en el barranco. Camine hacia allá con la esperanza de llegar a casa de mi cuñado; pero grande fue mi sorpresa al llegar a la entrada de una cueva, en la que estaba de portero uno de mis vecinos, quien no me dejó entrar. Sin embargo vi desde la puerta, como una mujer bailaba, mientras los hombres que estaban allí la acariciaban.
Todo pasó como una película, porque de pronto perdí el conocimiento, y cuando volví en mí, mi vecino se ofreció para ir a dejarme a casa de mi cuñado. Sin darme cuenta, en un santiamén me encontraba fuera de la casa del Checho, donde pernocté.
He viajado mucho por la isla de Chiloé y estoy convencido que en la mayoría de los barrancos cercanos a las playas hay cuevas, pero para poder entrar en ellas hay que ir acompañado de un brujo.