Relato extraído del libro Casos de brujos en Chiloé (por Umiliana Cardenas Saldivia).
Vivía en una localidad de Chiloé un jovencito que se las daba de valiente y decía no tener miedo a los brujos, por lo cual muchas veces se atrevía a llegar su hogar, pasada a media noche.
Una de estas noches, se encontró con una sorpresa. Al tratar de cruzar una puente de tierra, se encontró con un ataúd justo por donde tenía que pasar. Sin ningún miedo, le dió un puntapié haciéndolo a un lado, y pasó. Producto de esto, desde esa misma noche comenzó a sentir un dolor en la rodilla, que no se lo quitó nadie. Tanta era la molestia, que tuvo que operarse; y los médicos le extrajeron de la rodilla una especie de larva, que aún sumergida en los líquidos más fuertes, se resistía a morir. Mientras tanto nuestro enfermo en vez de mejorar, por el contrario, cada día empeoraba más y más.
Sus dos hermanos mayores, se turnaban en las noches para cuidarlo; teniendo para ello, que mantenerse despiertos toda la noche.
Pero cosas extrañas tuvieron que afrontar. Una vez que el resto de los moradores se dormía, los perros comenzaban a ladrar y se sentían extraños ruidos en las piezas contiguas desocupadas, como si alguien arrastrase objetos.